La Morada de Dios: Sobre el interior del templo ortodoxo

Traducción de Rev. Padre Paul Zúñiga,
del artículo titulado "House of God" de Rev. Padre Thomas Fitzgerald 

 

Quienquiera que se introduzca en el interior de un templo ortodoxo, podrá comprobar de primera mano las características únicas del mismo, así como las diferencias superficiales entre el lugar de culto ortodoxo y los de las diversas otras tradiciones cristianas occidentales.  La riqueza cromática, la iconografía distintiva y la elegancia ornamental del interior del templo ortodoxo generalmente muestran diferencias notables con el minimalismo occidental cuando se compara con las tendencias artísticas de lugares de culto católico romano y protestante.  En el ámbito de las artes visuales occidentales, el concepto de espectador responde a la actitud pasiva por parte de un público, que se caracteriza por la contemplación abocada principalmente al deleite perceptivo de la persona frente a la obra.  Por lo que, para aquél que penetra en el interior del templo ortodoxo, se conjuga una experiencia similar al adentramiento en un mundo completamente nuevo de color y luz. Se dispone de las artes visuales y del diseño del espacio arquitectónico no solo para crear un aire de recogimiento idóneo para la adoración, sino que también plasman y encarnan conceptos doctrinales fundamentales de la Ortodoxia cristiana.

Orthodox Church Nave

Sobre la relación entre la Belleza y los símbolos

Al plantearse un materialismo cristiano, la doctrina Ortodoxa fomenta, como punto de partida doctrinal, la proposición de que Dios es el Creador del cielo y la tierra y como tal subsiste en la creación a través de las energías creativas de Su obra.  Esto significa que el mundo material, siendo por naturaleza precioso y bueno, es el medio eficaz a través del cual Dios se manifiesta.  Por consiguiente, el uso de la materia no se limita a la ornamentación y la extravagancia de los vasos litúrgicos y los lugares de culto, sino que también se pone de manifiesto en los gestos y movimientos del clero y los fieles en los Sagrados Misterios y los oficios sacramentales de la Iglesia Ortodoxa.  Por lo que, en la Eucaristía, el ofertorio del pan y el vino como "las primicias de la creación," representa también la ofrenda simbólica de todo lo creado a Dios su Creador, con lo que todos los dones de la creación a nuestro alcance se emplean para dotar el interior del templo ortodoxo con hermosura sobremanera.  El inmueble tradicional ortodoxo, diseñado con vistas a crear un ambiente de recogimiento entendido respecto a la vida espiritual, conduce la atención a la presencia de Dios, no en el alma, sino en el entorno físico del templo que marca de forma precisa cierta alegría y agradecimiento por la generosidad divina que la Ortodoxia reconoce como belleza, y estima ser una dimensión importante de la vida humana.  A través de la iconografía y la ornamentación, la belleza creada irrumpe en la alabanza increada.  A través de la alabanza de la Iglesia, lo temporal del mundo material es transformado y conformado, por las manos del artesano, para la expresión de la auténtica belleza como la glorificación del Creador.  Siendo así, la Ortodoxia cristiana pretende ofrecer a Dios lo mejor y lo más hermoso del mundo temporal — imitando, a cierto modo, el ejemplo de aquella mujer del relato evangélico que ungió con nardo muy preciado los pies de Nuestro Señor —.

Sobre los santos lugares

Altar TableEl interior del templo ejerce no tan solo como el trasfondo sino como el lugar perenne de las anamnesis del Espíritu que oficia personalmente como el Escenario vivo y vivificante del culto Ortodoxo.  Las artes visuales y la arquitectura convergen en los templos de tradición Ortodoxa, para dotar la experiencia del culto con contenido intelectual, espiritual y sensorial.  Por lo que, la Eucaristía y los demás sacramentos, se dan lugar en medio de Dios, dando testimonio de Su presencia real y Sus proezas.  De ahí que, en la tradición Ortodoxa, se considere el templo la morada santa de Dios y el habitáculo de Su gloria.  Por esta razón, se consagran los templos Ortodoxos, otorgándoles, mediante un rito similar al bautismo, la condición de lugar santo.  La escala monumental y la proporción arquitectónica del templo tradicional Ortodoxo, da testimonio de la morada de Dios entre su pueblo, como se desprende de esta antiquísima amonestación: «Considere bien el cristiano cuando penetra en el interior del templo, porque accede al mismísimo cielo donde habita la majestad de Dios, y le conviene proceder con sobrecogimiento y reverencia.»

En consecuencia, los rasgos físicos del templo tradicional se ciñen a la escala humana.  Con ello, se entiende que el diseño de templo se apoya en las dimensiones y proporciones del cuerpo humano, destilando una arquitectura que tiende hacia inmuebles relativamente pequeños, que enfatizan y amplifican el sentido comunitario del culto corporativo eclesial.  Se aprecian elementos simbólicos aplicados especialmente al modelo de planta cruciforme que a su vez se divide en tres espacios, como son el nártex, la nave y el santuario. 

El nártex, representa el lugar principal de entrada, donde hace siglos, los catecúmenos y los penitentes permanecían durante los oficios litúrgicos.  Hoy en día, tanto el rito bautismal como los nupciales, comienza en el nártex y prosigue hacia la nave, en una procesión que representa simbólicamente el peregrinaje de los fieles hacia el Reino de Dios.  Es normal en muchas parroquias ortodoxas que, en el nártex, los fieles hagan donativos para el sostenimiento del templo, comprando velas que encienden ante algún icono como ofrendas por seres queridos, tanto vivos como muertos, o por intenciones personales, antes de incorporarse a la asamblea eucarística que se da lugar en la nave central. 

La nave, amueblada en algunos casos con bancos o sillerías de coro, pero a menudo también vacía de asientos, es el espacio central del templo donde los fieles se concentran para el culto, y donde se sitúa en templos de praxis bizantina la sede episcopal en el lateral derecho contiguo al santuario.  Desde aquí, el obispo preside como el icono vivo de Cristo entre su pueblo, siendo el trono episcopal incluso, en ausencia del obispo, el recordatorio a los fieles de su identidad colectiva, mediante la cual la parroquia comprende, no una entidad aislada, sino la plenitud de la Iglesia Católica encabezada por el obispo.  Frente al trono episcopal, en el lateral izquierdo opuesto de la nave, se encuentra el púlpito desde el cual se proclama el Evangelio y se predica el sermón, y al fondo del todo, directamente de frente, está la zona de los coros, reservada para los cantores. 

El término de la nave está en el iconostasio que separa la nave del tercero de los tres antedichos espacios arquitectónicos — el santuario — considerado el entorno más sagrado del templo por ser un recinto cerrado, reservado para las funciones del sacerdocio ministerial — y por ello, también se conoce por el término presbiterio —.  Este tabique contiene el Recinto del altar, abarca todo el frente del santuario, y se distingue por ser el elemento más distintivo de cualquier templo Ortodoxo, siendo el más visible.  La centralidad del iconostasio en el campo visual del espectador implica necesariamente un fenómeno afectivo y una actitud más reflexiva del espectador que pasa a ser más que un mero 'Receptor' del contenido y la forma de obras artísticas.  Mas bien, el espectador es incorporado como ‘Partícipe del Reino’ debido a que su ejercicio espiritual, intelectual y litúrgico en la comprensión de la obra, forma parte importante de la constitución del Reino en el entorno sagrado. Advierte que el Reino de Dios, siendo un proceso aún incompleto, se conjuga mediante la 'separación' de Dios que los seres creados experimentamos a través del pecado.  Sin embargo, en el contexto litúrgico de la Divina Liturgia, mediante la comunión de los Santos Dones, Cristo se convierte en el vínculo, mediante el cual el cielo y la tierra quedan unidos y a través de Quien accedemos a Dios Padre.  Por ello, cabe resaltar aquí que no todos los oficios litúrgicos de la Iglesia se dan lugar detrás del iconostasio, dentro del santuario.  Son muchos otros, aparte de la Divina Liturgia, los ritos que se ofician en el centro de la nave, en medio de la asamblea, para dar a conocer que el culto de la Iglesia es además función del sacerdocio real de todos los bautizados.

Sobre el Recinto del altar

Como elemento central del Recinto del altar, la Santa Mesa conforma el núcleo del culto divino, el locus de convergencia de la Iglesia.  Es aquí donde, por obra del Espíritu Santo se hace la ofrenda al Padre de los dones eucarísticos de pan y vino como Cuerpo y Sangre de Cristo, en cumplimiento del mandamiento.  Se trata de una Mesa, a menudo de forma cuadrada, no empotrada, alejada de la pared, cubierta con algún mantel, y dotada del tabernáculo, donde se reserva la Sagrada Comunión para enfermos o moribundos, junto con velas, y el Evangeliario, el Libro de los Cuatro Evangelios que reposa sobre la Santa Mesa durante la celebración de la Divina Liturgia. Al fondo del Altar, detrás de la Santa Mesa, suele haber una gran cruz con la figura pintada de Cristo crucificado.

Iconostasion

Sobre el Iconostasio

Se trata del tabique, macizo y permanente, formado por estantes en el que suelen ponerse iconos pintados.  Separa el santuario de la nave, como ya se ha expuesto.  Tiene su origen histórico en la antiquísima práctica de colocar iconos sobre la barandilla delante del santuario, ante la que se arrodillaban los fieles para comulgar.  Con el pasar de los siglos, los iconos se convertirían estacionarios, fijándose de forma que mantuviesen siempre el mismo lugar, estado y rango de honor — de ahí el término iconostasio —.  En la práctica contemporánea, el conjunto denominado Iconostasio, consiste en una mampara elaborada con imágenes sagradas pintadas, que lleva tres puertas, una mayor en el centro y otra más pequeña a cada lado.  Aísla el presbiterio y su altar del resto de la iglesia, ocultando la mayor parte del santuario, aunque a menudo también suele ser más sencillo, bajo y abierto.  Sus tres puertas sirven de entradas exclusivamente para el clero durante los actos litúrgicos.  Las puertas laterales, se denominan “del diácono” y se ubican a cada lado de la entrada central, conocidas como las Santas Puertas, y también las Puertas Reales.  El conjunto, además, incluye un telón detrás de las Santas Puertas, que generalmente oculta el Altar cuando no se celebran los oficios.  

Por su parte, el orden de los iconos situados en el Iconostasio es siempre el mismo a cada lado de las Puertas Santas.  Empezando por el lateral derecho del Iconostasio, se aprecia, en primer lugar, el ícono de Cristo que se sitúa en contraposición a otro icono en segundo plano, a lado izquierdo de las Santas Puertas, el icono de Su Santísima Madre, la Theotokos.  En tercer lugar, a la derecha de nuestro Salvador, el icono de San Juan el Bautizador.  Al otro lado, a la izquierda del icono de la Theotokos, en cuarto lugar, el del santo patrón particular del templo. Además de estos cuatro, los denominados Típicos, puede sumársele al iconostasio otros más, según la costumbre y lo que el espacio permita.

Sobre los santos iconos

Icon: Resurrection of Jesus ChristEl icono realizado con técnica bizantina se considera el arte figurativo más distintivo de la Iglesia Ortodoxa.  Consiste en la Representación religiosa de pincel elaborada tradicionalmente mediante la pintura de temple al huevo sobre tablas o sobre lienzo, o bien a grande escala, mediante mosaico o pintura al fresco.  Dibujan figuras estilizadas de Cristo, la Santísima Virgen María Theotokos, los santos y los ángeles.  También retratan relatos tomados de la Escritura bíblica o de la historia de la Iglesia, como son la Navidad, Pascua, etcétera. 

Siendo seres litúrgicos, los iconos ocupan un lugar muy destacado en el culto y la teología.  No son meras representaciones artísticas de carácter decorativo, inspirador o educativo porque significan la presencia real del personaje o evento representado en el contexto litúrgico eclesial.  Son ventanas que unen cielo y tierra cuando se veneran con fe en el seno de la Iglesia.  En el contexto de esta plegaria eclesial, el conjunto de los fieles de la Iglesia — tanto vivos como muertos — manifiesta el vínculo que nunca se pierde entre cuantos permanecen con el Señor en la gloria.  Cada vez que los fieles ortodoxos veneran el icono o colocan velas encendidas ante el icono, expresan así su confianza y fe en las promesas de Cristo.

A parte del iconostasio, en las paredes, techos y demás efectos arquitectónicos interiores de los templos ortodoxos, figuran íconos también.  De manera frecuente, sobre el santuario en el ábside, se observa el emplazamiento de la imagen de la Santísima Virgen María y Madre de Dios con el Niño Jesús, obedeciendo la doctrina de la Iglesia Ortodoxa según la cual la Virgen María representa la naturaleza humana en su más íntima unión con Dios.   Pone de relieve la importancia de su intervención en la historia de la salvación y específicamente en la Encarnación del Hijo de Dios.  Mediante la colocación del icono mariano en el ábside, también se simboliza la Iglesia, estableciendo la relación o semejanza directa entre el libre consentimiento de la Virgen ante el anuncio del arcángel y la responsabilidad de cada persona de dar a luz la presencia de Cristo en sus vidas mediante la gracia increada. 

Se contrapone el ábside a otro espacio en lo más alto del templo, en el techo o en la cúpula central, donde a menudo se visualiza el icono del Cristo Todopoderoso, el Pandocrátor triunfante que reina como Señor del cielo y de la tierra y que, en el gesto de volcar la mirada hacia abajo, lo recopila todo.  Se trata de la convergencia de la Iglesia y toda la creación en el Cristo Dios.  Al alzar la mirada hacia arriba, los fieles, se injertan en esta convergencia cósmica mediante la experiencia de todas las cosas dirigiéndose a Cristo el Señor, Aquel Que Es el "Alfa y la Omega", el principio y el fin.  He aquí el argumento central — la naturaleza en clave materialista — de la Ortodoxia cristiana.


About this Series of Articles

Treasures of Orthodoxy is a series written for the non-Orthodox, especially those who are considering becoming members of the Orthodox Church and who wish to deepen their appreciation of her faith, worship, and traditions. They are authored by Fr. Thomas Fitzgerald, a faculty member of Hellenic College Holy Cross School of Theology. These and many more articles can be found at the Greek Orthodox Archdiocese of America website.